sábado, 18 de abril de 2020

El anillo


Quién iba a decir que un viejo estafador me vendería algo tan valioso. La verdad, creo que no tenía idea de qué me estaba vendiendo- ni yo qué le estaba comprando-. La cuestión es que era mío. El anillo de poder. Mí anillo de poder.
Todo comenzó con uno de los tantos viajes que hacía mi padre como comerciante de pieles. No teníamos una fortuna, pero nos alcanzaba para vivir bien. Emprendíamos viajes que duraban semanas, a veces meses, para ofrecer nuestros productos en las grandes ciudades. Yo era el mayor, y desde pequeño mi padre me llevaba con él para que aprenda el oficio. La verdad nunca me interesó en lo más mínimo el arte del mercader. Lo mío eran los métodos antiguos de sanación, las plantas curativas, el ayudar a otros a no sentir dolor. Claro que mi padre no lo permitía.
En los momentos que no viajábamos, con la excusa de cuidar el huerto, me había armado mi propia plantación de hierbas curativas, y estaba aprendiendo sus propiedades para hacer pociones. Los vecinos de campos aledaños solían visitarme para que les ayude con sus dolores, hasta que un día mi padre descubrió todo, quemó mis amadas plantas y al día siguiente me llevó de viaje a comerciar, para que no olvidara mis verdaderas obligaciones. Yo estaba realmente furioso. Durante el viaje no hablamos una sola palabra. Ponía atención el cualquier otro evento que ocurriera en la caravana antes que en las pieles.
Un día, en uno de los mercados más grandes que concurríamos, se me acerca un señor andrajoso con su carro en estado deplorable. Era de los típicos rateros que luego vendía lo robado. Ofrecía joyas, piedras preciosas- todas falsas- pero entre todas sus cosas un objeto me llamó la atención.
-Dicen que este anillo pertenecía a un mago muy poderoso, y su próximo dueño heredará su poder- Los ojos del hombre se ensombrecían con cada palabra que salía de su boca, y una mueca de satisfacción se le formaba en el rostro. No tengo idea por qué la compré, pero lo hice, y luego todo cambió.
Esa noche no pude conciliar el sueño, y cada vez que lo hacía tenía sueños raros. Me veía a mí más anciano con capa y sombrero alargado, hablando con animales, o diciendo frases extrañas a los brebajes. ¿Qué estaba pasando? Traté de seguir durmiendo, pero el siguiente sueño fue aún peor.
Me encontraba caminando en el bosque y una voz- ¿era mi propia voz?- me decía- “Encuentra a tu maestro interno en la naturaleza.  El anillo te ayudará a recordar”.
Desperté agitado, asustado y bañado en sudor. Todo mi ser me pedía viajar, pero no en caravana, sino de otra manera. Como un viaje de autoconocimiento o algo así.
Miré a mi padre durmiendo reconfortado por la gran venta del día anterior. Miré al cielo por fuera del carromato, la noche estaba estrellada, inmaculada, apacible. Pregunté mirando al firmamento qué debía hacer. Una estrella fugaz iluminó en cielo en dirección al norte, exactamente la dirección contraria que estábamos viajando. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Las estrellas me habían marcado el camino. Tomé mis cosas, miré a mi padre una última vez, y le dí un beso de despedida en la frente. Lo amaba, pero debía hacerme cargo de mi destino.
Entonces comencé a caminar, ahora siguiendo mis propios pasos. Me detuve un par de veces a mirar atrás, mientras veía la caravana cada vez más pequeña. Fue difícil, pero el camino que se abría frente a mí me llamaba de forma imperiosa, y todo mi ser me decía que lo tome. Así comenzó este viaje. Muchos me tienen por vagabundo, otros por mendigo. Pero en realidad, la naturaleza me enseñó a vivir en paz y armonía. Ella me da lo que necesito y el camino me da el resto. Ahora me dirijo hacia los bosques del norte, donde dicen, hay comunidades de druidas. Tal vez allí podría encontrar a alguien que me explique qué fue lo que soñé. Tal vez sepan qué significa lo de maestro interior.

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