lunes, 25 de marzo de 2019

La clarividente


Ella estaba molesta ¿Por qué? En realidad no tenía una razón en particular. Aerolíneas Argentinas estaba de paro y luego de 3 horas de espera, la derivaron a otra empresa con un servicio bastante inferior. No había cosa que odie más que los imprevistos, y aparentemente ese viaje estaba predestinado para hacerla enojar.
Finalmente llegó a destino, tomó un taxi y fue al hotel. Nevaba, por lo que el taxista demoró el doble en llegar y tuvo que tomar un par de desvíos. Sin dormir y sin paciencia, Juana hizo lo humanamente posible para no putear al señor taxista, pero se acordó varias veces de su madre.
Ya en el hotel, tomó un baño y se dispuso a comenzar el itinerario que había planeado para sus vacaciones donde detallaba qué lugares visitaría, qué día y en qué orden. Buscó su lista una y otra, y otra vez, hasta que recordó que se la había olvidado arriba de su mesa de luz. Si antes se había enojado, ahora estaba furiosa. ¿Y ahora qué iba a hacer? Su cabeza no paraba.  
Salió a caminar un poco y vió una agencia que promocionaba una excursión a los siete lagos.  La tomó y a las pocas horas estaba recorriendo cada atractivo natural. Le disgustó un poco lo básico que era el servicio para el elevado precio que estaba pagando, pero a medida que atravesaban el camino con los paisajes de película, se iba olvidando de su enojo. En un punto del trayecto, bajaron a sacarse fotos en el paisaje y a recorrer un poco. Como no tenía ganas de hablar con ninguno de los otros turistas, decidió caminar un poco. 
Durante la caminata, hubo algo que le llamó la atención. Era una pequeña cabaña que vendía recuerdos. Por la ventana se podían ver muñecos de duendes, búhos de madera, mates con la inscripción “Bariloche”, etc. La puerta estaba abierta a la entrada del turista. Juana no estaba segura si quería comprar algún recuerdo, ni le gustaban los duendes ni tomaba mate, pero un viento suave la invitó a pasar ¿Acaso eso era posible?
Al entrar, había una señora de largos pelos blancos atendiendo, con rasgos aborígenes.
-Bienvenida caminante, te estaba esperando.- Dijo con sonrisa amable.
¿La estaba esperando? Buena estrategia de márketing para los clientes, pensó Juana.
-Hola, sólo estoy mirando.
-¿Buscas algo en particular?
-No, la verdad no estoy muy interesada.
-¿Y qué cosas te interesan, caminante?
-¿Cómo que qué cosas me interesan? Soy turista, no me interesa nada en particular.
-Caminas sin rumbo, no miras ni hacia atrás ni a los costados.
-¿Perdón?
-Eres dueña de tu destino caminante. La realización que buscas no está en una gran empresa ni en una casa grande. La abundancia y el hogar que anhelas está en donde pongas tu corazón.
Juana quedó perpleja ante semejante planteo de una completa desconocida. Le dijo que no iba a llevar nada y se volvió a la excursión.
Durante el viaje de vuelta, el guía comentó que en ese lugar habitaba una tribu indígena famosa por su clarividencia, de la cual ya no quedaban rastros pues el último miembro de la tribu era una señora muy mayor que había fallecido hace un par de años, en una cabaña a pocos metros del lago.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho el cuento, la narrativa pareja, me hizo acordar a Sídney Scheldon, no es comparación pero te lleva la buena lectura, FELICITACIONES!!!!!!

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