Quién iba a decir que
un viejo estafador me vendería algo tan valioso. La verdad, creo que no tenía
idea de qué me estaba vendiendo- ni yo qué le estaba comprando-. La cuestión es
que era mío. El anillo de poder. Mí anillo de poder.
Todo comenzó con uno de
los tantos viajes que hacía mi padre como comerciante de pieles. No teníamos
una fortuna, pero nos alcanzaba para vivir bien. Emprendíamos viajes que
duraban semanas, a veces meses, para ofrecer nuestros productos en las grandes
ciudades. Yo era el mayor, y desde pequeño mi padre me llevaba con él para que
aprenda el oficio. La verdad nunca me interesó en lo más mínimo el arte del
mercader. Lo mío eran los métodos antiguos de sanación, las plantas curativas,
el ayudar a otros a no sentir dolor. Claro que mi padre no lo permitía.
En los momentos que no
viajábamos, con la excusa de cuidar el huerto, me había armado mi propia
plantación de hierbas curativas, y estaba aprendiendo sus propiedades para
hacer pociones. Los vecinos de campos aledaños solían visitarme para que les
ayude con sus dolores, hasta que un día mi padre descubrió todo, quemó mis
amadas plantas y al día siguiente me llevó de viaje a comerciar, para que no
olvidara mis verdaderas obligaciones. Yo estaba realmente furioso. Durante el
viaje no hablamos una sola palabra. Ponía atención el cualquier otro evento que
ocurriera en la caravana antes que en las pieles.
Un día, en uno de los
mercados más grandes que concurríamos, se me acerca un señor andrajoso con su
carro en estado deplorable. Era de los típicos rateros que luego vendía lo
robado. Ofrecía joyas, piedras preciosas- todas falsas- pero entre todas sus
cosas un objeto me llamó la atención.
-Dicen que este anillo
pertenecía a un mago muy poderoso, y su próximo dueño heredará su poder- Los
ojos del hombre se ensombrecían con cada palabra que salía de su boca, y una
mueca de satisfacción se le formaba en el rostro. No tengo idea por qué la
compré, pero lo hice, y luego todo cambió.
Esa noche no pude
conciliar el sueño, y cada vez que lo hacía tenía sueños raros. Me veía a mí
más anciano con capa y sombrero alargado, hablando con animales, o diciendo
frases extrañas a los brebajes. ¿Qué estaba pasando? Traté de seguir durmiendo,
pero el siguiente sueño fue aún peor.
Me encontraba
caminando en el bosque y una voz- ¿era mi propia voz?- me decía- “Encuentra a tu maestro interno en la
naturaleza. El anillo te ayudará a
recordar”.
Desperté agitado,
asustado y bañado en sudor. Todo mi ser me pedía viajar, pero no en caravana,
sino de otra manera. Como un viaje de autoconocimiento o algo así.
Miré a mi padre
durmiendo reconfortado por la gran venta del día anterior. Miré al cielo por
fuera del carromato, la noche estaba estrellada, inmaculada, apacible. Pregunté
mirando al firmamento qué debía hacer. Una estrella fugaz iluminó en cielo en
dirección al norte, exactamente la dirección contraria que estábamos viajando. Mis
ojos se llenaron de lágrimas. Las estrellas me habían marcado el camino. Tomé
mis cosas, miré a mi padre una última vez, y le dí un beso de despedida en la
frente. Lo amaba, pero debía hacerme cargo de mi destino.
Entonces comencé a
caminar, ahora siguiendo mis propios pasos. Me detuve un par de veces a mirar atrás,
mientras veía la caravana cada vez más pequeña. Fue difícil, pero el camino que
se abría frente a mí me llamaba de forma imperiosa, y todo mi ser me decía que
lo tome. Así comenzó este viaje. Muchos me tienen por vagabundo, otros por
mendigo. Pero en realidad, la naturaleza me enseñó a vivir en paz y armonía.
Ella me da lo que necesito y el camino me da el resto. Ahora me dirijo hacia
los bosques del norte, donde dicen, hay comunidades de druidas. Tal vez allí
podría encontrar a alguien que me explique qué fue lo que soñé. Tal vez sepan qué
significa lo de maestro interior.